LENNON EN EL CIELO CON DIAMANTES

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El Pendulo
Periodista

Por Mariano Mazzucchelli

40 años de vida. 41 de leyenda. Hoy se cumple otro aniversario más del asesinato de John Lennon, mucho más que un músico, mucho más que un pensador. Un crítico de la sociedad, de la religión, de los tiempos en los que vivía. Un artista inquieto que, tras haber conquistado el mundo con sus canciones, estaba dispuesto a barajar y dar de nuevo, porque llegaba la madurez y los puntos de vista eran distintos. Sus intenciones se verían frustradas por un perturbado que se llevó su vida, pero no su mensaje, que sigue resonando para siempre. Y así queremos recordarlo.

Aquel 8 de diciembre, el verano recién empezaba, por así decirlo. El final de las clases, los primeros chapuzones en la pileta, los albores de una nueva década con otros sonidos y otras caras que invitaban a dejar atrás la fiebre disco. Ciertamente el final de ese 1980 era una invitación al disfrute, si tenemos en cuenta el contexto en que vivíamos, y si uno era niño o adolescente. Los tiempos estaban cambiando, como anunciaba Dylan, y lo veíamos en vivo y en directo. En colores, toda una novedad. Como también vimos aquella noticia que ante los ojos inocentes parecía tan increíble como una idea de George Lucas: un desquiciado le había disparado a John Lennon, quitándole la vida. Quitándonos los sueños. Derrumbando de un plumazo esa pequeña luz de ilusión de volver a ver a los fabulosos 4 de Liverpool tocando juntos. Seamos sinceros, en esos años, ¿cuántos apostaban a que no volverían a juntarse alguna vez? Ese nudo en la garganta masivo se fue propagando a medida que se difundía la noticia.

Esa noche, Lennon y Yoko Ono habían regresado a su departamento en el Dakota tan sólo para saludar a su hijo Sean, antes de que este se acostara. Algo tan simple como eso. Después de trabajar durante el día en una canción, regresaba a ver a su Beautiful Boy, aquel por quien había abandonado casi completamente el mundo de la música. El que lo había convertido en un padre dedicado, y un tipo responsable de su casa, al punto de dedicarse por horas a la cocina. Ese niño con el que incluso compartía fecha de cumpleaños, el 9 de octubre. Otra señal más de que Sean había llegado para cambiarle la vida por completo, justo cuando John y Yoko ya estaban por descartar la idea de tener hijos en común.

Los últimos 5 años habían sido bastante tranquilos. El mundo de la música cambiaba vertiginosamente, pero todo lo que importaba en el hogar de los Ono Lennon era la crianza de su retoño. Ya ni siquiera la política era un obstáculo, puesto que, con Nixon fletado de la Casa Blanca tras Watergate, la administración estadounidense no se empeñaba en expulsar a Lennon del país. Incluso le otorgaron la visa. Las distancias con Paul parecían comenzar a disminuir, aunque ninguno podía admitirlo en público, y una eventual reunión de los Beatles no asemejaba ser tan utópica. Si hasta había tocado con Ringo, y otros amigotes más, durante aquel “exilio obligado” del 73 (entre nosotros: Yoko lo había echado de la casa). Pero 1975 vino a representar el año bisagra. Admitido de vuelta por Yoko en el Dakota, y con la noticia del embarazo al poco tiempo, la vida de Lennon empezaba a tomar otro rumbo. Nunca sabremos si sintió culpa por no haber estado durante la infancia de su primer hijo, Julian, pero la cuestión es que ahora John era un padre full time para Sean. El músico que todos conocíamos había quedado a un costado.

«Las distancias con Paul parecían comenzar a disminuir, aunque ninguno podía admitirlo en público, y una eventual reunión de los Beatles no asemejaba ser tan utópica»

Y así llegamos a 1980, donde el bichito musical ya no podía seguir siendo ignorado. Lennon se sentía inspirado nuevamente. Estaba a punto de cumplir 40 años, y era el momento de volver a dejar que las canciones expresaran todas esas revoluciones internas que estaba viviendo. Fue durante un viaje a las Bermudas que tuvo la seguridad de que había llegado el momento. Ese era su año, y tenía que decírselo a Yoko. Muy lejos de allí, en Nueva York, ella ya tenía todo preparado para que el ex Beatle entrara a grabar su disco de regreso. Las canciones fluían como nunca, y cada vez se generaba más ansiedad por la edición. El 9 de octubre, el mismo día en que Lennon cumplía 40 años, salió el primer single: “(Just Like) Starting Over”. El juglar estaba de vuelta. Y pocas semanas más tarde, aparecía “Double Fantasy”, el disco de John y Yoko, cuyo arte de tapa es más que ilustrativo: los dos aparecen besándose tiernamente.

Hacía apenas un mes que “Double Fantasy” estaba en las calles. Entre los sonidos actuales de aquel tiempo, podía pasar un poco inadvertido, pues para muchos jóvenes Lennon y los Beatles eran cosa del pasado. Pero de todas maneras era un disco que llamaba la atención. Presentaba un Lennon distinto, con una impronta que, de haber seguido vivo, sin duda habría dejado su marca en la música de los 80s. Ese trabajo incluye temas que a posteriori se convertirían en perlas de la discografía de Lennon, como ese primer single que quiso ser profético, “(Just Like) Starting Over”, y otras joyas como “Woman”, “I’m Losing You” o “Watching the Wheels”. Las primeras respuestas al lanzamiento no fueron muy positivas, quizás por la figura polémica de Yoko, que había tomado la mitad del protagonismo de la placa. Así es, en “Double Fantasy” figuraba el nombre de ambos y se repartían las composiciones, porque ese era el arreglo que ella misma había conseguido con David Geffen para la edición del disco. Después de todos esos años de silencio, Lennon no tenía contrato discográfico con nadie y era Yoko quien se había ocupado de conseguirlo (otra vez entre nos: no fue fácil porque pretendía igualar las millonarias cifras de Paul, y por suerte Geffen los firmó a ciegas, sin escuchar ni una nota). Aunque las miradas estuvieran puestas en John, el disco era conjunto y unas cuantas voces sonaban disconformes con el resultado. Voces que pronto fueron acalladas.

«Después de todos esos años de silencio, Lennon no tenía contrato discográfico con nadie y era Yoko quien se había ocupado de conseguirlo»

Desde aquel 7 de noviembre en que el disco había salido a la venta, todo en la vida de Lennon eran entrevistas y fotos para difundir la tan esperada obra. Después de 5 años, el vértigo lo sacudía nuevamente. Estaba aprendiendo de nuevo a manejar el acoso de los fans, esos que se agolpaban en la entrada del Dakota para conseguir un saludo, una firma, una foto. Como la que quiso sacar Mark David Chapman, provocando el enojo de Lennon al punto de querer arrebatarle la cámara. Yoko lo detuvo, y Chapman tuvo su foto. Pero luego volvió por más, ese fatídico 8 de diciembre, buscando el autógrafo para su copia de “Double Fantasy”, ya con un arma en el bolsillo. Su intención era clara, sus razones no. Si es que alguna vez las tuvo. Lennon y Yoko dejaban el Dakota con rumbo al estudio, donde seguían trabajando en temas nuevos. El momento del autógrafo quedó inmortalizado en una fotografía tomada por otro fan, donde Lennon luce serio pero despreocupado. Chapman, feliz. Según él, no lo mató en ese momento porque se había comportado muy amablemente. Eso no lo hizo desistir.

Esa misma noche, un Lennon saturado, pero contento, regresaba a su hogar. Había tenido esa mañana una entrevista y una sesión fotográfica con Rolling Stone, que él ya vislumbraba como histórica. De hecho, lo es. Y había terminado el tema “Walking on thin ice”. Pero en su mente y la de Yoko, lo primero era Sean. Por eso decidieron volver al Dakota en ese momento. Y allí los esperaba Chapman, entre tantos otros fans. Pronunció un tímido: Hola, señor Lennon, mientras empuñaba su arma. Y disparó sobre el músico. Aunque a lo largo de la historia, Chapman ha pronunciado algunas inconsistencias, tales como: “Lo maté porque era muy famoso”, o “Las voces me dijeron que lo haga”, es difícil creer que tenga conciencia de todo lo que se llevó en ese momento. Acalló una voz que marcó a generaciones. Quebró como un cristal la ilusión de reunir a esa institución que fueron y serán los Beatles. Dejó sin padre, por una parte, a un muchacho triste que nunca logró reconciliarse con ese Lennon que lo dejó siendo muy niño, y por otra, a ese hijo por el cual se desvivía, y que con sólo 5 añitos, no podía entender por qué su papá no había regresado a casa.

«Y allí los esperaba Chapman, entre tantos otros fans. Pronunció un tímido: Hola, señor Lennon, mientras empuñaba su arma»

40 años de vida. 41 de leyenda. Llega el 8 de diciembre de nuevo, y cada vez se hace más patente que el mundo merecía seguir contando entre los vivos a este juglar que nos legó su lucha y su mensaje, instándonos a soñar, porque él sabía que no era el único capaz de hacerlo y su voz sería escuchada. Hoy cumpliría 81 años. Tal vez seguiría intentando reclutarnos en su cruzada por cambiar el mundo, o quizás se habría cansado de todo para irse a la montaña. Quién sabe. Para recordarlo, sólo podemos decir como otro gran juglar desaparecido: No one sings like you anymore… Ya nadie canta como vos, John. Salud, estés donde estés.