En el “Ensayo sobre la ceguera” de José Saramago, los habitantes sin nombre de una ciudad comienzan a quedarse ciegos. En la novela, Saramago utiliza la metáfora a la inversa, pues la ceguera literal es la ceguera espiritual y humana de toda una sociedad. La imposibilidad de ver los vuelve egoístas, violentos, apáticos y profundamente inhumanos, ya que la mala distribución de los alimentos, termina con la solidaridad y los valores, a tal punto, que la inmoralidad y el egoísmo son cuestiones normales.
Estarán sospechando hacia dónde va este pequeño relato que intenta traer a la realidad actual de la Argentina, aquella metáfora inversa para describir lo que pasa en nuestra sociedad. “La crueldad comienza cuando empezamos a ver en el otro a un enemigo y no a un hermano”, decía Alejandro Dolina por estos días. Y si, hoy está bien aplaudir despidos masivos; celebrar que no se hagan obras; que los jubilados sean la variable en un 35% del superávit fiscal; que los pacientes oncológicos, que no pueden comprar su medicación, mueran; que la gente que duerme en la calle sea considerada basura por el gobierno de Jorge Macri, etcétera.
«Es el signo de los tiempos. Una ceguera que, en un hilo rojo, comunica directamente a un extracto de la sociedad con el gobierno de Milei, que también parece estar ciego»
La lista es interminable. Es el signo de los tiempos. Una ceguera que, en un hilo rojo, comunica directamente a un extracto de la sociedad con el gobierno de Milei, que también parece estar ciego. El paro de la CGT fue contundente, aunque aún no haya sido determinante para tumbar los objetivos del gobierno, comparado con el primero, tuvo la fuerza necesaria para comunicar que el enojo social está comenzando a leudar.
Es que el reclamo no sólo es en contra de las reformas laborales de la Ley Bases que deja en total desamparo a los trabajadores –hoy es necesario aclarar que esos trabajadores no son sólo empleados del Estado-, sino que también contiene la falta de comida en los comedores, la imposibilidad de pagar los servicios básicos, la plata que no alcanza en el supermercado, la industria que cayó un 21,2% en este último mes, las persianas que bajan y encima, el desfinanciamiento del Estado que suele contener a los que no pueden cubrir todas sus necesidades o a los que viven en lugares alejados y necesitan caminos para comerciar sus productos regionales, por ejemplo. Todo eso encierra el paro.
«Y si, hoy está bien aplaudir despidos masivos; celebrar que no se hagan obras; que los jubilados sean la variable en un 35% del superávit fiscal; que los pacientes oncológicos, que no pueden comprar su medicación, mueran»
No son los cuestionados sindicalistas, no es la piedra en la ventanilla de los micros que no adhirieron, no es la extorsión a los afiliados, es eso, pero también es mucho más que eso. Es la bronca de la gente que se junta en el anexo de la cámara de diputados para casi linchar a Massot y a Pichetto por apoyar un proyecto de ley que, además, invita a las grandes empresas a explotar los recursos naturales pagando el mínimo de ganancias y violando las autonomías provinciales, no sólo no pagando Ingresos Brutos, sino pudiendo explotar aun estando las provincias en desacuerdo con los proyectos de inversión que contarán con beneficios por 30 años. Por todo eso es el paro. Porque ya no se puede más. El esfuerzo para sacar al país adelante y que deberían haber hecho los poderosos, la casta, lo está haciendo la gente, donde la coyuntura comienza a ser un letargo interminable
¿Y cómo responde el gobierno? Con ceguera. “Es el paro de la debilidad”, dice la inefable Patricia Bullrich. “No hubo adhesión, no existió”, agrega. Es la ceguera que impone Milei en la agenda. “Fue un triunfo de la Libertad Avanza”, había dicho en la marcha en defensa de la educación pública después de subir un león tomando lágrimas de zurdos. No se trata sólo de no ver, sino también de no querer hacerlo. Uno de los graves problemas del presidente es la imposibilidad de empatizar con el sentir del prójimo. Para Milei, una persona, entre ser explotada y morirse de hambre, puede elegir la segunda opción, es parte de la libertad, o por lo menos, de lo que entiende por libertad el gobierno, que antepone la opresión como estrategia de chantaje. Un ciego para otro ciego, una combinación ideal para implantar el varietal de un fascismo que primero te castiga y luego te da a elegir las mejores opciones para sufrir. El psicoanalista Carlos Federico Weisse lo define como “Figuras del sometimiento contemporáneo”, donde los discursos imperantes de la época aplican un sometimiento propio de la subjetividad neoliberal, el de la mujer en el mundo laboral, la represión militarizada, la segregación racista del pobre, etcétera.
«Uno de los graves problemas del presidente es la imposibilidad de empatizar con el sentir del prójimo. Para Milei, una persona, entre ser explotada y morirse de hambre, puede elegir la segunda opción»
En la novela de Saramago sólo una persona puede ver: “La esposa del médico”. Ella, entre otras cosas, logra organizar los desajustes y asesinar al líder de una camarilla que somete a otra mujer a una violación grupal.
¿Habrá en este gobierno de ciegos una “mujer del médico” que pueda ayudarlos a ver la tragedia social que vive la Argentina?