En búsqueda de belleza personal, muchas personas se inyectan silicona líquida, biopolímero u otras sustancias no autorizadas, en sus mamas, glúteos y otras partes del cuerpo, sin tener en cuenta posibles adversidades físicas permanentes y hasta la muerte.
Este cuadro clínico emergente de estos tiempos, se acrecienta con las restricciones al acceso a la salud por parte de las mujeres trans y la no regulación de la medicina plástica; a pesar de estar contemplado por legislación que respalda el derecho a la salud y a la identidad.
De este modo, las cirugías estéticas se transforman en prácticas médicas muy costosas, por lo que se hace inaccesibles para quienes -en procura de lograr su embellecimiento- finalmente optan por operaciones alternativas, en lugares clandestinos y con métodos rudimentarios.
La silicona industrial es un polímero inodoro e incoloro. En su forma líquida, se utiliza para lubricantes, adhesivos e impermeabilizantes. Como cualquier agente externo, al ser inyectado en el cuerpo, puede causar rechazo, infecciones y derivar a otras partes, con graves complicaciones para la salud.
Varios casos con afecciones de estas características, despertaron la preocupación de quienes atravesaron -o proyectan hacerlo- estas prácticas. Hoy, en la provincia, el Colectivo Trans se moviliza para llevar conciencia sobre la problemática, pidiendo que se cumplan las normas que resguardan su salud.
La problemática en primera persona
Cristal Leiva es una mujer trans que a los 17 años se inyectó silicona líquida en su cuerpo. En diálogo con EL PÉNDULO, comenta que lo hizo sin dimensionar las consecuencias que podrían ocasionarle.
Cristal revela que a los 24 años se volvió a inyectar silicona líquida, pero, con el paso del tiempo, y al notar que algunas compañeras estaban presentando problemas graves de salud, emprendió la lucha para que el Estado, a través de su obra social, realice la cobertura médica de la extracción de las “prótesis”.
En la actualidad, Cristal no presenta síntomas de rechazo a las siliconas, aunque confiesa que tiene amigas que ya registran infecciones graves en los pechos, como así también afecciones en otras zonas del cuerpo, como por ejemplo en piernas y glúteos.
“Estamos convocando para poder tratar este tema de salud por el que estamos pasando, porque las obras sociales que tenemos no nos cubren. Hay chicas que no las tienen, pero tenerla o no tenerla es igual porque no nos está cubriendo”. “Pedimos que se cumpla con la ley, tenemos derecho a la vida también. Nosotras no teníamos noción de lo que nos inyectaban o de lo que nos poníamos. Hoy lo estamos viendo en compañeras que están muriendo, que están pasando por una mala situación con las infecciones que está generando esto en el cuerpo; esto no es estético, tenemos ganas de seguir viviendo, queremos quitarnos esto que nos está haciendo daño día a día, nos está destruyendo día a día”, relata Cristal.
“Yo anduve dos años haciéndome todo tipo de estudios, me hice resonancias, análisis para poder llegar a la cirugía, y que el Estado me ayudara, lo cual nunca salió, anduve tres años así. No es que yo estoy pidiendo que me hagan algo mejor, no, lo que estoy pidiendo es que tengamos el acceso a un médico acorde para que nos pueda quitar las siliconas líquidas”, agrega.
Para realizarse una intervención quirúrgica de manera particular, demandaría “alrededor de dos millones de pesos, que uno no los tiene”, y desde la obra social APOS dijeron que no estaban cubriendo estas prácticas, que cubrían en casos de gravedad; o sea, cuando te estás muriendo”, lamenta la referente trans.
Además, aclara que no es una problemática únicamente del colectivo, que también hay hombres que se ponen en las pantorrillas, en el pecho, en los brazos, sin saber lo que genera y el daño que hace.
Tratamiento
Ante este grito de vida, EL PÉNDULO consultó al médico cirujano local Rafael Fernández, quien explicó que “los biopolímeros son sustancias no biocompatibles; es decir, que el organismo no las produce y tampoco las acepta como sustancias propias. No es así, por ejemplo, como lo hace el hialurónico o el colágeno que sí son sustancias biocompatibles con el cuerpo”.
“En el caso de un implante mamario con gel de silicona no hay problema porque el organismo lo reconoce como no propio y lo encapsula. En cambio, con las sustancias como los biopolímeros, tienen la capacidad de migrar por su peso molecular. Por ejemplo, tenemos pacientes que se han colocado biopolímero en los glúteos, y luego fue migrando hacia las caderas y en pantorrillas”, detalla el profesional médico.
Además, agrega que “estas personas van a tener de por vida este tipo de inflamaciones, una especie de alergia al producto. Van a tener ese tipo de reacciones, sumado a que el producto, por compresión venosa, produce dificultad en la circulación venosa, por lo que van a tener edemas de miembros inferiores o donde esté ubicado el producto; o sea, una dificultad del drenaje linfático”.
Las secuelas pueden manifestarse en úlceras “que son que son muy dolorosas”, asegura Fernández; y añade que hasta se pueden “producir trombosis cerebrales, problemas renales y pulmonares, que son causas más graves, que pueden llevar a la muerte”.
“Hay dos formas de retirar (el biopolímero del cuerpo): si están ubicados en lo que es glándulas mamarias o glúteos y la cantidad es considerable, se usa la extracción quirúrgica total, mastectomía bilateral; o hacemos una apertura en el glúteo, si está en el glúteo y hacemos un barrido total de la zona”, declara el galeno. Otro de los métodos, es el uso del láser, técnica que se aplica, “principalmente, con lo que es caderas, brazos, en el rostro, y lo que es miembros inferiores”, precisa.
No obstante, Fernández advierte: “no le garantizo a ningún paciente que la extracción sea total del biopolímero, por lo que trato de que en la primera sesión sacar la mayor cantidad de biopolímero. Podemos llegar a sacar 60%, 70% con mucho trabajo; pero con el 60% que vamos a sacar, eso mejora la calidad de vida del paciente”.
El costo de esta práctica se puede comparar con una operación de implante de mamas, que alcanza los dos millones y medio o tres millones de pesos, indica el cirujano y añade: “este tipo de intervenciones quirúrgicas son costosas, porque al no tener cobertura de alguna obra social, nosotros tenemos que alquilar un quirófano para estos pacientes, se paga anestesista y al equipo que trabaja en esto”.
Finalmente, Fernández expresa: “una persona que se saca el biopolímero de sus mamas puede quedar bien y puede llevar una vida más normal, con controles y medicación. Si el paciente desea, tiene que estar un año para desinflamar todo el trabajo que hemos hecho, y si decide colocarse un implante mamario, no hay ningún problema”.
Una problemática de estos tiempos
El doctor Rafael Fernández forma parte del cuerpo de salud transgénero del Hospital Vera Barros y es miembro de la Asociación Argentina de Salud Transgénero. Es reconocido por el trabajo que viene ejecutando en este ámbito, realizando alrededor de 30 operaciones a pacientes de entre 30 y 50 años. “Estas edades oscilan debido que en la época de los 90 y comienzos de 2000, era cuando se usaba mucho esto, hizo un boom en un momento, la reproducción de biopolímero inclusive”, detalla.
Por último, al ser consultado cómo se podría ayudar desde el ámbito de la salud, Fernández expresa: “yo creo que se puede hacer un convenio entre lo que es la salud pública y la salud privada para poder dar soluciones a la gente que no tiene los recursos y que el Estado, obviamente, se haga cargo de los gastos. El Hospital Vera Barros no cuenta con láser, entonces, hay pacientes a los que no les podemos hacer esta práctica”.
Sobre la Ley 26.743
El 9 de mayo de 2012, el Senado aprobaba esta ley que permitiría a las personas registrarse en su DNI con su nombre, foto e identidad de género. También garantizaría el acceso a los tratamientos de salud a toda persona que requiera modificar su cuerpo de acuerdo con el género autopercibido.