La espiritualidad del capitalismo actual: la autoayuda

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José Jatuff
Colaborador

Todos conocemos a alguien que está leyendo o leyó algún libro de autoayuda y que, a su vez, lo comenta con cierto brillo en los ojos. A nuestro entender, tal brillo tiene una historia que se remonta a los grandes reavivamientos religiosos anglófonos. El primero se dio en el Reino Unido y sus colonias en América en las décadas de 1730 y 1740, y el segundo entre 1790 y 1840 ya en Estados Unidos. Tuvieron características distintas, pero también un hilo que ayudó a forjar una identidad evangélica común.
Lo que estos movimientos religiosos hicieron fue añadir al aparato doctrinal protestante sermones de gran carga emocional. Las efusiones providenciales del Espíritu Santo fueron (y son) sentidas en el corazón como una transformación, un nuevo nacimiento. Se planteó la existencia de un tercer y hasta un cuarto gran despertar religioso. Este último habría sido el movimiento hippie que, entre muchas otras cosas, fue un brote de la emocionalidad norteamericana. En cualquier caso, lo claro es que existen antecedentes históricos en la sociedad norteamericana de brotes «espirituales» colectivos que tienen, hablando metafóricamente, la forma de una epidemia. Toda la ola de autoayuda que hoy se vive en la Argentina es mucho más intensa en los Estados Unidos y se parece a una extensión de estos fenómenos espirituales desplazados, en gran medida, hacia lo económico. Es en esta dimensión irreductible de lo humano en donde los nuevos sermones y textos vienen a brindar «salvación». Basta con entrar al sitio web oficial del célebre gurú motivacional Robin Sharma y ver sus convenciones para sugerir que allí, y en otros eventos semejantes, se puede encontrar, de un modo secular, el entusiasmo y la emoción evangélica de la que hablamos. Para nosotros, en el sur de América, esto es significativo porque, como en gran parte del globo, la cultura estadounidense coloniza diversos campos de nuestra cultura.

Micki McGee llevó a cabo un pormenorizado estudio de la industria de autoayuda norteamericana en Self Help, Inc.: Makeover Culture in American Life (Autosuperación personal S. A.: la cultura de la transformación en la vida norteamericana) que nos servirá de gran ayuda. La industria del automejoramiento y la autoayuda, nos dice, mueve millones de dólares, entre libros, audio y videos, conferencias y coaching personal. Su atractivo es comprensible cuando se observa que la necesidad de «salvación» se da en paralelo con una tendencia general de salarios estancados, desestabilización de oportunidades y falta de empleos estables. Con los programas de bienestar social prácticamente desmantelados, esculpir una figura deseable para el mercado resulta lógico. Para controlar la ansiedad que genera esta situación, se ha aconsejado a los individuos no solo trabajar más tiempo y con mayor esfuerzo, sino también invertir en sí mismos y mejorar continuamente. «En lugar de una red de seguridad social, a los estadounidenses se les ha ofrecido filas y filas de libros de autoayuda para levantarles el ánimo y mantenerlos a flote en aguas económicas y sociales desconocidas».

Dando un vistazo a esta literatura, se puede afirmar que el yo entra en un ciclo de trabajo inmaterial o psíquico infinito partiendo de la premisa de que el éxito espiritual-empresarial es totalmente posible para quien está dispuesto a esforzarse al máximo. Tal premisa posee como contraparte no explícita que el fracaso es, en última instancia, responsabilidad del individuo, lo que constituye, como es esperable, un ethos cuya exigencia heroica es inmensa dado que los múltiples factores que pueden dar cuenta de las dificultades y rechazos que se sufren en el mundo del trabajo y la profesión se reducen a uno solo: la falta de iluminación o de vigor del yo. La preocupación de este nuevo “espíritu del capitalismo” es el cuidado de sí en el arco general de estas nuevas condiciones de trabajo en donde el imperativo es, a menudo, el de descubrir y/o crear un yo auténtico, único y estable que pueda funcionar, e incluso prosperar, sin verse afectado por los caprichos del mercado laboral. En tono clásico y crítico se puede decir que el yo no solo es explotado por el trabajo, sino que se autoexplota para volverse más explotable.

McGee sostiene que, al describir la naturaleza del trabajo sobre uno mismo, la literatura de autosuperación personal ofrece dos opciones distintas: el camino del esfuerzo infinito y el camino de la absoluta falta de esfuerzo. Es interesante notar que esta literatura sigue el patrón recurrente de la religión mística y de la auténtica disposición moral respectivamente: en el primer caso se trata de abandonarse a la dinámica de un poder superior, mientras que en el segundo, de tensionar el poder de la voluntad. Pero a pesar de la diferencia mental, la finalidad coincide: se trata de resolver el problema de la contingencia y la vulnerabilidad tanto en el mundo laboral como en la vida misma. La vía moral, no apela a fuerzas trascendentes, llama a un «constante e infinito mejoramiento» que implica autovigilancia y trabajo constante. En cambio, la vía mística de esta literatura propone lo que podría denominarse la «ley del menor esfuerzo», entiende que cuando se está en armonía con la naturaleza y en contacto con el verdadero yo, el mejoramiento personal y laboral llegan —como llega la gracia, podríamos decir—. Sin embargo, no se trata del simple abandono, hay que seguir una serie de pasos y prácticas tales como la «aceptación», la «vulnerabilidad», la «responsabilidad», «focalizarse en el presente», «la gratitud» y otras por el estilo que llegan a través de recetas y técnicas tales como visualizar y escribir sobre algo para agradecer, escribir un diario privado, mantener un nivel alto de entusiasmo, esforzarse al máximo en cada tarea, manejar una agenda horaria diaria estricta u observar la propia muerte como instancia que apremia.

El entusiasmo es la clave para reforzar la apariencia de dominio propio, no se basa en ninguna afirmación de orígenes, veracidad o integridad, sino que depende de un respaldo enérgico. El entusiasmo sugiere que uno está infundido de una inspiración sobrenatural o, al menos, sobresaliente. La planificación económica racional, reflexiva y cuidadosa ya no es suficiente: debe estar infundida y mejorada con entusiasmo. Para verdaderamente incentivar las posibilidades subjetivas y elevar los niveles de emocionalidad, esta literatura suele incluir algún ejemplo meloso de superación, «los tetrapléjicos son sujetos ideales». El mensaje es que, en la peor de las circunstancias, se puede ser sobresaliente. Con la misma función, echan mano de ciertos individuos ejemplares (Mandela, Gandhi) quienes, en circunstancias opresivas, lograron la «victoria».

¿Qué decía al respecto el sociólogo y economista alemán, Max Weber?

Al igual que el incansable trabajo sirvió, según la clásica hipótesis de Max Weber, para viabilizar la ansiedad de no saberse salvo bajo la creencia de la predestinación, el imperativo contemporáneo de inventar la propia vida alivia, en términos seculares y bien inmediatos, la inequidad de los ingresos, la falta de oportunidades, la falta de derechos laborales y de oportunidades de trabajo y la degradación del estado de bienestar.

Los buscadores contemporáneos de autenticidad a menudo carecen de cualquier compromiso ético o religioso, salvo los más vagos. Su obsesión por el «significado» enmascara su ausencia de cualquier marco de referencia fuera del yo… El esfuerzo por recrear un sentido coherente de la identidad parece destinado a la frustración. Cada fracaso inaugura una nueva búsqueda psíquica, hasta que el buscador se ve envuelto en una interminable serie de autoexploraciones. La visión de un yo en desarrollo infinito está en perfecta sintonía con una economía basada en el crecimiento sin sentido. Se trata siempre de tener el último modelo de sí mismo.

Mientras se está inscrito en esta dinámica, estaremos contenidos, pero quizá todo el aparato descripto se parezca más a una picadora de carne que a ejercicios espirituales. Se trata de volvernos legendarios en nuestro campo, dice Robin Sharma en una de sus célebres conferencias; sin embargo, el dato es que de toda la población mundial involucrada en el viaje que propone la autoayuda, un porcentaje inmensamente minúsculo logrará ser leyenda, para el resto el destino parece ser el vacío existencial o, a lo sumo, la incorporación de un cuerpo simbólico y práctico dudosamente verdadero que, a la par, encierra en el solipsismo.