Claudia Farías Gómez: su vínculo con María Kodama y el legado literario de Borges

maximiliano herrera
Maximiliano Herrera
Periodista

El Péndulo habló con Claudia Farías Gómez, quien publicó, junto a María Kodama, el libro “La Divisa punzó”. La destacada profesional del derecho y la literatura, con lazos con La Rioja, nos cuenta sobre su relación con la ex viuda de Borges, María Kodama, su mirada sobre la época de los caudillos federales, y sobre la problemática de la herencia de Borges. El motivo por el cuál Borges prefería poner Pink Floyd en sus cumpleaños, en vez del “Happy Birthday”.

 

El pasado 26 de marzo, Claudia Farías Gómez tuvo que ir de prisa al hotel Loi Suites, en el barrio de Recoleta, para acompañar en los últimos momentos de su vida a su amiga, María Kodama, con quién había establecido un profundo lazo de amistad que posteriormente desembocaría en “La Divisa punzó”, un libro reciente que escribieron a cuatro manos y que fue publicado poco antes del fallecimiento de Kodama.

-Contanos un poco de tu origen y cuál es tu relación con La Rioja.

-Nací en Santiago del Estero, de donde es originaria mi familia, pero nunca viví ahí. Mi relación con La Rioja se construyó cuando daba clases en la Universidad de Córdoba y fui contratada para dar clases en la Universidad de La Rioja junto a todos los miembros de mi cátedra. Eso fue cuando se abrió la Facultad  (carrera) de Derecho en La Rioja. Iba desde Córdoba a trabajar un tiempo hasta que me radiqué en Buenos Aires. A partir de allí trabajé como representante y abogada de la Universidad, pero desde Buenos Aires.

– ¿Cuáles son tus motivaciones e intereses que te llevan a emprender un trabajo literario?

-Todo un periodo de mi vida fue dedicado a la enseñanza universitaria y siempre al ejercicio de mi profesión de abogada de profesional liberal. Pero siempre tuve intereses literarios, escribo desde que era chica y también estudié Filosofía e idiomas. Fui compaginando.

– ¿En qué momento te empezó a interesar la literatura?

-Siempre me gustó, desde que era chica, la literatura y la filosofía porque vengo de una familia muy lectora, muy amante del arte, entonces, eso se reflejó un poco; el derecho, más tardíamente, porque yo, en realidad, quería estudiar Filosofía y Letras, pero a mis padres no les parecía adecuado, querían que estudiara Derecho.

– ¿No lograste estudiar nada de Filosofía y Letras?

-Estudié Letras clásicas y Filosofía después.

-Antes de pasar a la “Divisa punzó” me gustaría que me cuentes qué significa Borges en tu vida.

-Borges, para mi es el escritor más grande de lengua española del siglo XX y de cualquier otra época. Me costaría elegir un libro porque lo leo de principio a fin, constantemente. Lo conocí cuando tenía 16 años, lo visité en su casa en Buenos Aires.

– ¿Cómo fue ese encuentro?

– Bueno, lo llamé por teléfono, lo saludé, me presenté, él conocía a un pariente mío; entonces, cuando me presenté, le dije quién era y estuve encantada, me dijo que vaya a tomar el té. Así que fui y me quedé un buen rato con él.

– ¿Borges era receptivo?

-Sí, absolutamente.

– ¿Y qué sentiste en ese momento?

-Una enorme emoción, era mi ídolo. Siempre digo que a mí me hubiese gustado conocer dos personas “personalmente”; a Borges y Tolstói, y bueno, conocí a Borges.

También hubo otras personas que fueron contemporáneos que admiré mucho y tuve el gusto de conocerlos.

-Tu relación con María Kodama, viuda de Borges ¿Cómo surgió? ¿Cómo se conocieron? Y el vínculo entre ustedes, ¿era de amistad o de colegas?

-Con María tuve una profunda amistad, a lo largo de muchos años. La conocí gracias a un amigo de Borges que nos presentó, Félix de la Paolera, que era amigo de María también, y que casualmente fue profesor mío de Literatura. Él organizaba grupos de lectura e improvisación de trabajos literarios y yo iba ahí. En una reunión social, invitó a María y cuando nos presentaron, le conté mi anécdota de cuando visitaba a Borges. A partir de ahí entablamos una profunda amistad.

– ¿Hubo una conexión?

-Si absolutamente. Conectamos porque a ambas nos interesaban los idiomas. Juntas estudiamos japonés y muchas otras cosas.

– ¿Cómo fue que tantos años de amistad desembocaron en “La Divisa Punzó”? ¿Cómo fue ese proceso y experiencia?

-Bueno, con María compartimos muchas actividades intelectuales, estudiamos juntas la lengua japonesa, estudiamos la historia de Japón, el padre de ella era japonés. En ese transcurso, de pronto, empezamos, tardíamente, a armar la idea. Si bien, hablamos de muchos temas y estudiamos muchas cosas, nunca pensé que se interesaría tanto por el tema de los Caudillos Federales. No me imaginé que a ella le pudiera interesar ese tema, a mi sí, porque de chica, en mi casa, escuché hablar mucho de historia argentina, pero no habíamos abordado nunca ese tema. Hubiera dado la impresión que a ella no le interesaría eso.

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-Te sorprendió

-Me sorprendió. A mí el tema de la literatura argentina es un tema que, por naturaleza, me interesa mucho, pero lo hablaba con otros amigos, no con ella. Un día estábamos leyendo los escritos póstumos de Alberdi y empezamos a analizar cómo Alberdi reivindica en parte la figura de Rosas, cuando lo conoce en Inglaterra. Interpreta la figura de Rosas desde otro punto de vista. Empezamos así a conversar sobre eso y a profundizar. Durante la pandemia leímos la historia de Saldias, que es la primera reivindicación que se hace sobre Rosas a fines del Siglo XIX, charlábamos y tomábamos nota como habíamos hecho con miles de temas y de pronto María me dice: “Bueno,con todo esto que hemos discutido y leído podemos hacer un libro que se llame “La Divisa Punzó”. Al principio dudé.

-Se escribió mucho sobre Rosas y su imagen genera una controversia ¿Cómo fue que lograron sobrellevar esas dudas sobre este personaje?

-Primero fue una conversación entre nosotras, por eso yo no lo sentí, no me daba cuenta que estábamos escribiendo un libro. Empezamos a recolectar material. Inclusive, después nos invitaron del Instituto de Investigaciones históricas Juan Manuel de Rosas. Fuimos y nos interiorizamos con los investigadores y la cosa se fue profundizando hasta que sin pensarlo ya teníamos el libro hecho.

-¿Qué sentís que aporte este libro a este relato controversial y contradictorio sobre Rosas? Maria Kodama hablaba de una objetividad ¿es posible eso?

-Es lo que tratamos de hacer, porque nosotros ponemos todas las voces, las que están a favor y las que están en contra, porque lo que tiene la historiografía rosista es que están quienes lo endiosan y quienes lo consideran lo peor. Entonces, nosotras fuimos recopilando los puntos de vista, tratando de amalgamar, es decir poner todos los documentos, para que también el lector participe, para que haya una especie de diálogo con él, a través de los documentos que  nosotras citamos y que pueda así generarse una propia idea.

–  ¿Sentís que hay algo de Rosas que merezca ser reivindicado a través de esta nueva escritura?

-No sé si reivindicado, pero lo que sí creo es que todas las dicotomías, desde la época de Rosas, aún no está concluidas en nuestro país. Se repiten cada tanto. Es importante releer eso, como decían los clásicos: “La historia es maestra de la vida”. Entonces, en esas dicotomías ves el presente de alguna forma. No es algo muerto ni cerrado. Por la intolerancia en cuanto a la lectura sobre el tema. Eso me parece interesante de Rosas, que separó completamente las aguas y esa separación se evidencia en distintos periodos históricos.

-Sin dudas, hasta el día de hoy en nuestro país.

-Víctima de la intolerancia, es muy difícil escuchar a otro que no piensa lo mismo. Cada uno desde su monólogo y el otro no sirve para nada.

-Se desestima históricamente al otro.

-Nadie es un monstruo ni un santo.

Foto: Lihuel Althabe – Infobae

-Borges también escribió sobre Rosas, un poema.

-Sí, yo casualmente escribí un artículo para una revista, dónde analizo ese poema.

– ¿Qué analizaste?

-El poema está escrito como una sonata, trata a Rosas desde un punto externo, no se mete con el personaje. Lo mira desde lejos. Y lo mira desde su fama, desde su personaje de tirano. Pero en la mitad del poema, Borges habla y dice “No sé si Rosas fue un ávido puñal como los abuelos decían”. Para mí fue para bien o para mal, alguien que se hizo cargo de la incertidumbre que es exactamente lo que le pasó a Rosas en un momento muy controversial de nuestra historia, post guerra civil. Y el final es un poco negativo, pero el corazón del poema es lo que nos interesa, porque es ahí cuando vos ves cuando Borges llega a la profundidad de algo.

-Y en ese fragmento Borges duda.

-Sí, en el poema Borges duda de Rosas.

– ¿“La Divisa punzó” generó o va a generar alguna controversia?

-Nosotras pensábamos que nos iban a tratar mal, pero, al contrario.

– ¿Por qué pensaban eso?

-Por la naturaleza del tema, y por estar María de por medio, y porque Borges era tan antirosista y demás. Pero vos sabes que no. Fue al revés, fue bien recibido, se valoró el trabajo de como fuimos citando objetivamente las opiniones, tanto a favor como en contra.

¿Qué me podés decir del nombre del libro?

-Es de María. Ella, desde la primera vez, me dijo: “el libro se va a llamar La Divisa punzó”. Antes de empezar a escribirlo a ella ya le parecía un gran nombre.

-Y ese nombre tiene un significado

-La divisa punzó era una especie de escarapela de color rojo punzó que, sí o sí había que llevar en la época de Rosas, sobre todo cuando la cosa se pone más brava después de la invasión francesa en el Río de La Plata, donde hubo muchos argentinos que se aliaron a la causa francesa contra su propio país. Entonces, ahí Rosas endurece las medidas y obliga a que todo el mundo lleve la divisa punzó. Significaba ser federal y patriótico. En ese entonces se intentaba imponer por la fuerza el régimen unitario que todas las provincias estaban rechazando. Fue una época atravesada por una serie de crisis y guerras civiles, hasta el fusilamiento de Dorrego, que era Gobernador de Buenos Aires, por parte de los unitarios. Le hacen un pequeño golpe y lo matan. Eso es lo que vino antes de Rosas. La total inseguridad jurídica y lo que un poco marca el acceso al poder de un hombre de las características de Rosas. Él es el resultado de una época trágica de nuestro país.

-San Martín le da el sable a Rosas ¿Qué relación había entre ellos?

-Hay un epistolario de 12 años entre San Martín y Rosas. Había una relación de admiración y de apoyo por parte de San Martín, todo lo que era la defensa del bloqueo anglofrancés y nosotros hemos citado textualmente el epistolario, porque es muy interesante para el lector directamente ver lo que se dice. El apoyo que Rosas le brindó a San Martín. Se dice que el primero que lo llamó “Libertador de América” a San Martín fue el historiador chileno Mackenna. Pero mucho antes, en las cartas, Rosas ya le decía “libertador de América” y es muy emocionante cómo lo decía. Fueron 12 años de cartas entre ellos.

Quizás la parte que defenestra a Rosas nunca tuvo en cuenta a esas cartas.

-Exacto. A partir de eso se fue contra San Martín. Llega un momento que es tal la pasión y la ceguera que no importa si es San Martín o cualquiera la víctima. Justo contra él que hizo algo que se sabe indiscutible.

-Me gustaría preguntarte, ya que hablamos de tu relación de amistad con María, ¿qué sentís, en la actualidad, después de su fallecimiento? ¿Cómo te enteraste?

-Yo estaba con ella. Murió acá. Vivía en este hotel. Me llamaron los médicos y entonces me vine corriendo.

– ¿Y cómo fue ese momento?

-De profunda tristeza. Aunque yo ya sabía que ella estaba un poco mal. El día anterior estuvimos conversando.

-A partir de ahí todo el mundo se preguntó por la herencia de Borges, parece que las certezas se transformaron en incertidumbre. ¿Qué sentís al respecto?

-Siento una profunda tristeza, porque se va un ser humano al que uno quiere tanto y toda la gente se preocupa por eso, es algo sumamente desagradable para mí, por supuesto. Pero bueno, yo entiendo todo lo que pasó. Lo sé porque acompañé mucho a María en el final. A ella le costó partir y dejar la vida. Era una persona muy vital. Sentía que tenía mucho tiempo por delante.

-Fue una gran defensora de la obra de Borges.

-Absolutamente. Ella hizo una gran tarea de difusión en los lugares más remotos del mundo. Ella jamás decía que no a nadie. A donde la invitaban iba. Creo que su labor está cumplida y dejó su camino hecho y ese camino se puede seguir y todo va a ser para bien.

-Hay que “cuidar la obra de Borges” dicen todos.

-Ya Borges es un clásico universal, eso sigue su curso. Es como Cervantes, pasan los siglos y eso sigue. Con la obra de Borges yo no veo toda esa situación de peligro de la cual se habla, sinceramente, no la veo.

– Pero el enfoque en la herencia aún está.

-Sí, pero se exageró la nota, como siempre para algo negativo.

-De repente a todo el mundo le interesó la herencia de Borges. Se decía que iba a Estados Unidos o Japón, donde se harían cargo. La pregunta que hago es ¿Por qué no dejó testamento María, quizás un descuido?

-Descuido no, ella se sentía tan vital y llena de proyectos que le costó dejar la vida. Al tema yo lo veo desde el punto de vista humano. Lo demás lo ven desde la superficialidad porque no la conocieron tanto como yo la conocí, ni la acompañaron en sus momentos finales. Mi visión es distinta.

– ¿María Kodama tenía muchos proyectos por delante?

-Sí, totalmente, habíamos empezado a traducir y escribir un libro sobre el imperio mongol. Y estábamos trabajando en eso.

– ¿En qué etapa quedó ese trabajo?

-Yo lo voy a tratar de terminar, también pensándolo como un homenaje a ella.

– Me imagino que a través del viaje que hicieron a Mongolia, pero ¿Qué las llevó a interesarse sobre esa cultura?

-María le pidió a un alumno que le escribiera el kanji de su apellido, y él le dijo que su familia, en los siglos pasados, tuvo influencias mongoles. El padre de María era japonés, pero en su antepasado fueron parte de la cultura mongol. A partir de eso, ella se interesó. Era una persona nómade, algo de la cultura mongol tenía (se ríe). A los mongoles se los consideraba bárbaros, y cuando uno empieza a estudiar se da cuenta que no era así, para nada, eran muy inteligentes.

-Vos te interesaste a la par de ella.

-Yo estudié 8 idiomas y, naturalmente, me interesa muchísimo el tema de las lenguas. Nosotros estábamos traduciendo el libro “Secretos Mongoles” donde se cuenta la historia del antiguo Imperio de Gengis Kan. Y realmente es todo un universo fascinante. Voy a tratar de terminar el libro porque es algo que me haría mucho bien.

– ¿Tenés el nombre del libro?

-Todavía no. Pensábamos hacer alguna traducción a ese libro. María era una escritora muy interesante, cuentista.

Borges valoraba mucho el trabajo de María

-Sí. Pronto daré una presentación sobre cómo Borges veía a María. Estuve recopilando información y algunas entrevistas donde él hace referencia a ella.

-Se puede decir que tenés un pedazo de historia de la literatura con vos, hablar de María Kodama es inevitablemente hablar de Borges.

-Sí. Me resultó interesante el comentario de alguien, que no recuerdo en este momento, que dijo que “La muerte de María era la muerte física de Borges”. Es posible que esto sea así porque, después de muerto Borges, ella le seguía festejando los cumpleaños, todos los 24 de agosto, junto a La Fundación Internacional Borges e invitados.

Foto: Soledad Amarilla. Ministerio de Cultura de la Nación

– ¿Y cómo eran esos cumpleaños?

– Nos reuníamos, había un coctel, apagábamos la vela, y poníamos la música que le gustaba a Borges: Pink Floyd.

– ¿Borges escuchaba Pink Floyd?

– Sí, él fue influenciado por María que escuchaba y le gustaba eso. Un día él le dijo: “En vez de cantar el Happy Birthday ¿Por qué no escuchamos Pink Floyd?”. A él le gustaba “The Wall”. Era muy divertido porque María lo ponía a todo volumen. Recuerdo en uno de esos cumpleaños, estaba Aldo Sessa, un gran fotógrafo, que sacó a bailar a María, y fue muy divertido porque estaban las grandes personalidades, el Ministro de Cultura, escritores, etc. Fue un momento realmente muy divertido y así eran sus cumpleaños.

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