Ariel Pereyra, a 70 años del Grupo Calíbar: “Aquel peronismo no pudo hacer grandes cambios»

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Gustavo Molina
Periodista

Ariel Pereyra, periodista y ex trabajador de la Biblioteca del Congreso Nacional, fue uno de los mentores de las actividades con las que, en el pasado mes de septiembre, se recordó la creación a mediados de los años ’50 de aquel grupo que aglutinó a los notables de diferentes ramas artísticas. En diálogo con El Péndulo nos cuenta algunos de los puntos centrales de su historia.

“Nombro Calíbar, y estoy llamando a un rastreador. Vuelvo a decir Calíbar, y entonces los poetas más ilustres cantan junto a pintores del mejor pincel”, dice un fragmento de la Cantata Riojana para destacar a ese grupo de notables que irrumpieron hace 70 años, dejando una huella imborrable en la cultura riojana.

“Hay que pensar en algún nombre”, sugirió alguno de los jóvenes reunidos en aquel café frente la plaza 25 de mayo. Algunos esbozaron apelativos posibles que no convencieron, hasta que uno ellos, propuso: ¿Por qué no Calibar, el rastreador de Facundo? Todos los presentes asintieron.

El grupo, que se proponía hacer en La Rioja una revolución artística y cultural, ya tenía su denominación. «El más conspicuo de todos, el más extraordinario, es el rastreador», Calíbar, asegura Sarmiento en el capítulo de «Facundo» que destina a describir los tipos de gaucho. “Su trabajo era seguir huellas de animales y de personas. Era tan eficiente en lo suyo, que la Justicia acudía a él para adivinar el rastro de prófugos y delincuentes”, nos dice Ariel Pereyra, ilustrándonos acerca del nombre.

En un esbozo, Pereyra, quien es hijo del gran poeta y escritor cuyo nombre artístico era Ariel Ferraro, nos sitúa “en finales del primer peronismo, años 53-54. Aunque fue un gobierno, mirado con los ojos de la memoria histórica, benefactor de las mayorías, lo cierto es que en lo artístico cultural no supo, no quiso o no pudo realizar grandes cambios. La Rioja era una aldea de unas pocas decenas de miles de habitantes. La cultura estaba manejada por un puñado de apellidos, gentes conservadoras, retardatarias y elitistas. Ellos disponían que era lo bello, cuáles eran las corrientes estéticas que podían desarrollarse y qué sectores sociales podían tener o no acceso al arte y a los hechos culturales”.

Contra todo ese estado de cosas irrumpen los jóvenes que se agrupan en Calíbar. “Está nítidamente expresado en su manifiesto –publicado en el primer y único número de la revista con la que se presentan en sociedad en setiembre de 1954: Pero sabemos (…) que nuestro quehacer es una obligación impuesta por la sinceridad necesaria en el arte; que desde hace mucho tiempo la literatura, la pintura, el grabado, etc. están pidiendo gente nueva con energías nuevas y, sobre todo, gente sin sutiles compromisos sociales o de los otros que sea capaz de decir la verdad a cualquier precio, si en ello va el destino del arte en nuestro medio”, cita Pereyra de aquel documento emitido por el colectivo de artistas.

Unos párrafos más adelante, completa: “Esperamos nuclear en nuestro grupo a todos los que entiendan y sientan el arte con la misma sinceridad con que lo entendemos y sentimos, para así trabajar -sin jerarquías prefabricadas- en favor de la más auténtica expresión artística”.

Ariel Ferraro escribió en “Manual de Historia y Geografía de La Rioja”: Calíbar tuvo la particularidad de aglutinar en su seno a pintores, escritores y músicos inspirados en una profunda inquietud renovadora”. Tuvo la valentía de enfrentar a un tradicionalismo conservador, caduco, singularmente anquilosado en todos los quehaceres locales y que aparecía siempre como un ente tutor de todo tipo de confrontaciones estéticas”. Ferraro también definió a Calíbar como el advenimiento de una generación vanguardista.

Inicialmente, quienes se nuclearon en Calíbar fueron plásticos y poetas, pero inmediatamente confluyeron hacia allí hacedores de otras disciplinas: músicos, narradores, escultores, gentes de teatro y un buen número de allegados y colaboradores que no eran artistas, pero quisieron participar de aquella eclosión promisoria en marcha.

Los investigadores que abordaron la historia y el legado del grupo, Luis Orecchia y Roberto Rojo, mencionan una treintena de nombres, una cifra importante para una aldea, como era aquella Rioja. “Dar nombres es siempre un ejercicio rayano, lindante con la injusticia. Pero sin cerrar listado alguno podemos citar, entre los escritores: a María Argüello, Ariel Ferraro, Pedro Herrera, Ramón Eloy López, Carlos Alberto y Carlos Mario Lanzillotto, José Paredes, Ángel María Vargas (luego Daniel Moyano, Francisco Squeo Acuña, José Alberto Santiago y otros); entre los plásticos: Mario Aciar, Carlos Cáceres, Miguel Dávila, Estanislao Guzmán Loza, Miguel Ángel Guzmán, Reinerio Fallabrino, Pedro Molina, Ramón Soria, Leopoldo Torres Agüero, Luis Zalazar Johnson (luego Carlos Zárate, Alfredo Portillo, Julio Colmenero, Enrique Tudó Neves y otros); en la música: Edgar Pierángeli Vera, Daniel Moyano. Y, como ya expresamos, muchos otros -riojanos y no riojanos- que quisieron ser protagonistas de aquel movimiento creativo, multifacético y transformador”, sostiene.

Asimismo, Pereyra cita a Javier Estrada (ex director del Museo Octavio de la Colina) en una nota publicada recientemente en un diario digital riojano, al expresar sus sensaciones luego de recorrer la muestra actual de homenaje a Calíbar, “la llama de ese movimiento se mantiene viva”. Y completa: Cada técnica tiene claros ejemplos de haber cumplido con esa meta de rastrear nuestra identidad y demuestra que la vinculación de las diferentes expresiones en el arte es posible cuando los movimientos se encausan hacia una actitud transformadora en cada tiempo.

“Como hijas e hijos de Calíbar, creemos que hemos cumplido con la obligación de reinstalar la obra, el mensaje y el legado de aquellos hacedores, quienes se propusieron hacer que nuestra provincia fuese un faro de arte y cultura en la región, lugar de libre expresión y formación de artistas y, con ese fin, crearon numerosas instituciones. Estaban logrando su cometido, cuando –luego del derrocamiento del Presidente Arturo Frondizi (Herminio Torres Brizuela, era el gobernador)- fueron expulsados de esas mismas instituciones que habían propiciado. Pero aquellos cultores no pararon, continuaron desde el llano, su labor artística individual y colectiva. Por eso consideramos que Calíbar es un “movimiento” cuya actividad solo se interrumpe con el golpe de estado genocida de 1976, cuando muchos de sus integrantes son perseguidos, encarcelados o empujados al exilio exterior o interior”, relata.

“Hoy La Rioja posee una riqueza artístico-cultural notable y dinámica; también instituciones diversas donde se forman nuevos creadores -en todas las disciplinas- o se exhiben obras de sus artistas. En todo ello hay rastros, huellas irrefutables de la tarea de aquel movimiento. De todos modos, hay que seguir andando, hasta instalar a Calíbar –y su infinito amor a La Rioja- en la memoria del pueblo”, concluye.

La serie de actividades que se realizaron con motivo del 70 aniversario del Grupo se denominó “Cuando vuelvan a mirar estas cosas”, y contó con la Inauguración Muestra- archivos en el MOC (abierta hasta fines de octubre)

Dos “Mesas participativas de diálogo abierto organizadas por la Dirección General de Patrimonio Cultural del Municipio Capital: CALÍBAR, las huellas del rastreador  y Las hijas y los hijos de CALÍBAR.

Recorrido dialogado por 3 muestras simultáneas: MOC (Calíbar) / Espacio de Arte Contemporáneo (Grupo Dory- 20 años) y el ISAC CRULCICH (Archivos sobre Alberto Crulcich y Luis Orecchia); y presentación en el Patio de Culturas y Espacio 73 de: “Palabras que bailan”, de la Compañía Danza Escénica Riojana; la obra Para Dos Pianos, con Paulina Carreño; y Recitado y canciones de escritores del grupo, con Carlos Ferreyra y Nahuel Minué.