1-El gran intelectual Ernest Renan dicta una conferencia en la Sorbona en 1882 que sigue siendo una aguda defensa de la idea de nación, se titula “¿Qué es una nación?”. Su respuesta se corre intencionalmente del racismo de su época y de otros factores para instalarse en el ámbito de la historia y sostener que en realidad las naciones son hechos recientes que involucran violencia e imposición. Y así como existe una memoria colectiva que es un elemento aglutinante también se da el olvido de sus sangrientas luchas intestinas. Es necesario, sostiene, olvidar el daño que como pueblos nos hemos hecho unos a otros para poder estar juntos. Pero, además, y este es el punto a destacar ahora, la nación reside en lo que denomina “plebiscito cotidiano” que manifiesta la voluntad de estar juntos, el “deseo” de la vida en común; tal deseo constituye, en síntesis, el tejido afectivo de nuestro ser colectivo. De eso se trata el sentimiento nacional, difícil de definir con claridad, como gran parte del universo de los afectos, pero que es rotundamente efectivo. Sin sentimiento común, no hay colectivo posible. A su vez, tal sentimiento se condensa en elementos representativos –los símbolos patrios cumplen tal función–.
«La nación reside en lo que denomina “plebiscito cotidiano” que manifiesta la voluntad de estar juntos, el “deseo” de la vida en común; tal deseo constituye, en síntesis, el tejido afectivo de nuestro ser colectivo»
2- Hace ya tiempo se viene hablando de la crisis de la representatividad como cierto desengaño por parte de la sociedad civil con respecto a los partidos políticos y las instituciones de las democracias liberales en las que vivimos. Esto por supuesto enflaquece a los organismos y debilita el poder de transformación de la política estatal. Lo que se denomina crisis de la representatividad es un fenómeno complejo que incluye preguntas sobre la posibilidad de conciliar el capitalismo trasnacional y la demo-cracia, el fenómeno transversal de la corrupción y la híper-individualización de la condición digital, entre otras. Sin embargo, lo que subyace en el fondo de estos cuestionamientos es la fuerte sensación de que lo que sucede en una parte importante de la política profesional no representa los intereses de la sociedad civil. Ahora bien, que se pueda señalar este disloque como fenómeno de la crisis de la representatividad en el sentido señalado no implica que exista una crisis del mecanismo de la representación según el cual nos identificamos como sujeto colectivo con determinadas creencias y valores. En un texto de 1906 titulado “Las energías de los hombres”, William James señala que determinadas creencias colectivas tienen un poder de sugestión tal que posibilitan la liberación de nuestras energías.
«Sin embargo, lo que subyace en el fondo de estos cuestionamientos es la fuerte sensación de que lo que sucede en una parte importante de la política profesional no representa los intereses de la sociedad civil»
3- La enérgica marcha del 23 de abril de 2024 nos enseña que como sociedad somos representados por la creencia de que la educación pública y gratuita es un valor transversal. La pluralidad y el federalismo fue uno de los tonos dominantes de la jornada que vistió una sola camiseta. El cuerpo social, que parecía extraviado, fijó su deseo. Un día después, fracasó la sesión para tratar el financiamiento de las universidades. ¡Hubo quienes marcharon y luego no se sentaron en sus bancas para dar cuórum y tratar el asunto en cuestión! Un disloque más entre el deseo social y un sector importante de la política. En un bello texto Grabois aconseja no jugar con el pueblo, allí se encuentran fuerzas que no se pueden controlar. Lo que sí se puede sostener con alguna seguridad es que no estamos perdidos, que nuestra razón y nuestro corazón cree y valora con buen criterio pues, en definitiva, el ser humano depende en términos absolutos de la educación. Poder sostener esto con buena fe en estos tiempos que parecen tan decadentes es a la vez un juicio basado en la experiencia, una batalla ganada y un horizonte abierto.
«La pluralidad y el federalismo fue uno de los tonos dominantes de la jornada que vistió una sola camiseta. El cuerpo social, que parecía extraviado, fijó su deseo»
4- El viejo Freud en su clásico texto sobre psicología de las masas discute con otros psicólogos y sociólogos que se interesan en el fenómeno, en términos generales, para patologizarlo como una forma de pérdida de la individualidad, entendida esta como un logro tardío y complejo de la civilización. Aquí se ve el cruce entre ciencia y sociedad, entre los presupuestos epistémicos y el individualismo burgués de aquel tiempo. En el marco de las crecientes sociedades industriales los primeros movimientos de masas causaron una gran inquietud. El caso es que en su texto Freud impugna a sus antecesores por no haber identificado el elemento aglutinante que une a la muchedumbre. Él en cambio sabe su nombre, es la libido y la asocia con el viejo amor de San Pablo.
Nuestra marcha en defensa de la educación pública y gratuita devela –en un marco global de un individualismo creciente y bien contagioso– el deseo que tenemos de estar juntos para defender un ideal que nos representa y nos activa, también nos enseña que, a pesar de los errores, tenemos buen criterio al momento de prodigar nuestra energía social. Porque volviendo a San Pablo y a Freud, existen fuerzas que van hacia la penumbra, pero el amor…el amor no tiene fin.