Las expresiones y actitudes de los jugadores de Países Bajos y lo que reflejaron los medios de comunicación y las innumerables opiniones de políticos, periodistas y personalidades de los más variados ámbitos de este país, en redes sociales y en base a las respuestas de Messi, Otamendi, y otros jugadores argentinos, nada tienen nada que ver con la pelota; va más allá. Nos muestra cómo somos y también deja ver cómo quieren que seamos; aunque la gran verdad es: lo que pasa en la cancha, queda en la cancha. Eso es sagrado y trasciende las cuestiones sociales, culturales y políticas. Aquí existen y deben respetarse los códigos futboleros.
Los días previos al partido de Argentina versus Países Bajos se fue calentando por los dichos de Luis Van Gaal, entrenador neerlandés, quien entre sus declaraciones -cuando le consultaron sobre la presencia de Messi-, afirmó: «…Argentina, cuando tiene la pelota juega con 11, cuando defiende lo hace con 10…», además, agregó que ante una posible definición desde la pena máxima: «…en penales, nosotros tenemos una clara ventaja…».
Esto cargó aún más la tensión, y en la cancha, antes de ingresar, las arengas entre los holandeses llevó a «Dibu» Martínen a decir en tono de arenga: «¡vamos nosotros eh, que se habla dentro de la cancha!». En el partido hubo roces, y durante los penales, ni hablar.
Sucede que después del triunfo de Argentina y las imágenes de los gestos de Messi haciendo el «Topo Giggio» ante Van Gaal y todo el cuerpo técnico «naranja», la burla de Otamendi tras la eliminación, y el memorable «¡qué mirás bobo…andá pallá»! de Messi a Weghorst, nos hicieron quedar como malos ganadores o anti fair play.
Y si…hubo presión y molestia de los rivales, y también hubo réplicas argentinas. Pasó en la cancha, queda en la cancha.
A esto refiero: todos se horrorizaron con las acciones de nuestros jugadores, y comenzaron a medir nuestra identidad sociocultural, nuestro nivel IQ, y nuestra posición, mirada e integración hacia el mundo. Comienzan a plantear si estamos a la altura de los europeos para asistir a una cancha de fútbol, o si estamos capacitados para asumir una victoria o derrota futbolística o deportiva.
Es más triste, que como sociedad argentina, y cómo vivimos el fútbol (no estoy fundamentando ni justificando la violencia), nos imponen un sistema de convivencia social que no somos ni seremos, menos en una cancha de fútbol. Tampoco somos vulgares, ni anti fair play, sólo somos futboleros que podemos salirnos de control por la misma vehemencia de calentura momentánea por un fallo o alegría generada por un gol.
Pareciera que las expresiones mediáticas y periodísticas, apuntan a que dejemos de ser argentinos, sudamericanos, y nos contagiemos de los europeos (neerlandeses en este caso); tan formales y correctos en sus expresiones, sin tener en cuenta el nivel de minimización y desmerecimiento a través de sus actitudes hacia los argentinos y sudamericanos.
Los neerlandeses se burlaron y agredieron igual que los argentinos, pero parece que solamente se condena a los propios, negando el mismo comportamiento por parte de los «civilizados europeos»
En realidad, somos pasionales por ese sentimiento que nos genera el fútbol. Tenemos picardía heredada en el ADN futbolero y creamos otras tantas en el presente de nuestra selección. No somos violentos, tampoco tramposos y sí tenemos códigos dentro de la cancha, ganemos o perdamos.
A la Selección la hostigaron, y los jugadores respondieron en la cancha, con fútbol. Jugamos mucho mejor, fuimos superiores, merecíamos el triunfo y lo ganamos bien.
Esto sí somos, esta es nuestra identidad, y hay que defenderla y posicionarla en el mundo; con respeto y cordialidad hacia los otros. Y también velando para que seamos respetados con nuestra forma de jugar, fuera y, sobre todo, dentro de la cancha, que es allí donde la Selección Argentina de Fútbol, gana, pierde, y siempre mantiene encendida la pasión e ilusión de ser los mejores del mundo.